GIMNASIO OLIMPO 

UN NUEVO CONCEPTO MÉDICO RESPECTO A SU VIDA SEXUAL, SUS EMOCIONES Y LA PROLONGACIÓN DE SU VIDA ACTIVA

Las hormonas nuestras de cada día

Testosterona, DHEA, melatonina y estrógenos son la nueva 'Fuente de la Juventud' de la medicina actual

Las terapias de sustitución hormonal se aplican fundamentalmente en mujeres posmenopáusicas

La intensidad, calidad y extensión de su vida sexual, la estabilidad de sus emociones, la agudeza de su pensamiento, la fuerza y elasticidad de su estructura muscular, la resistencia de sus huesos, la armonía y belleza de su forma física, y prácticamente todos los demás procesos vitales de su cuerpo, están vinculados al equilibrio hormonal. Un grupo importante de médicos e investigadores de primera línea están advirtiendo acerca del deterioro que sufre todo el funcionamiento hormonal humano debido a la agresión que representan miles de sustancias químicas que consumimos bajo la forma de alimentos procesados y medicamentos. A la vez, aseguran que para el hombre occidental moderno es cuestión de vida o muerte defenderse de esas agresiones, y adoptar ya un estilo de alimentación, ejercicio, y un programa de ingesta de complementos hormonales para revertir ese proceso de deterioro. Los resultados, aseguran, son, desde evitar la decadencia física que acompaña a la menopausia y la andropausia, hasta la posibilidad de prolongar la vida humana en al menos treinta años. Tomando como principal referencia un libro publicado el año pasado por el investigador neozelandés Dr Michael Colgan, esta nota presenta algunas de las nuevas propuestas de 'salud hormonal'. Obviamente, ninguna de las sustancias ni ninguno de los consejos mencionados en estas páginas deben ser adoptados por el lector sin una previa y específica consulta a su médico.

En 1889, un científico francés de 72 años llamado Charles Brown-Sequard obtuvo fama internacional cuando anunció que se había rejuvenecido a sí mismo con un "extracto líquido de testículos frescos de perro y de cerdo de Guinea". Según reportes de la época, era notorio que el hombre de ciencia había conseguido incrementar su fuerza y su capacidad de alerta, y mejorar su digestión y funcionamiento urinario. Todos estos efectos, luego la ciencia lo determinaría, fueron producidos porque el extracto de testículos que usó Brown-Sequard contenía testosterona, una de las hormonas clave para la potencia sexual y la fuerza física. Aunque su aventura terminó mal a mediano plazo, y Brown murió entre terribles dolores, es el suyo uno de los primeros ejemplos conocidos de una 'terapia de sustitución hormonal' -proveer al cuerpo de hormonas, o de sustancias que estimulen su producción-, el último grito de la ciencia médica actual para contrarrestar los efectos del envejecimiento, mejorar la sexualidad y combatir una amplia serie de enfermedades, entre ellas la osteoporosis, la diabetes adulta, la enfermedad de Alzheimer, las dolencias cardiovasculares, y varios tipos de cáncer.

Las promesas del Dr Colgan

Las hormonas son sustancias químicas naturales producidas por diferentes glándulas y tejidos, y sirven -entre otras cosas- para controlar desde el funcionamiento sexual y la estructura y forma del cuerpo, hasta el tipo e intensidad de las emociones, la disponibilidad de energía, y la calidad del pensamiento. Hace mucho tiempo que la ciencia conoce la importancia de las hormonas, pero es sólo en los últimos años que numerosos científicos y médicos han comenzado a llamar la atención acerca de que la atención de la salud hormonal está desfasada respecto de esos conocimientos, y que es necesario comenzar a emplear y aplicar todo lo que se sabe sobre los efectos de las hormonas para mejorar la calidad de vida y combatir el deterioro físico que acompaña al envejecimiento. Investigadores como el neozelandés Michael Colgan afirman que "simplemente manteniendo el sistema hormonal, utilizando nutrientes y cantidades no tóxicas de ciertas hormonas y otros compuestos, en la actualidad es posible prolongar la vida humana al menos treinta años". Colgan es autor de un libro -a esta altura, un best-seller- publicado el año pasado, y llamado en su edición española La Salud Hormonal. Profesor universitario desde hace 22 años, ex miembro de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, investigador entre 1980 y 1982 en la Universidad Rockefeller de Nueva York, Colgan, quien también dirige desde hace veinte años su propio Instituto de Ciencias de la Nutrición en San Diego, California, apunta sus dardos más afilados contra lo que él llama las "verdades oficiales" de la ciencia médica y de los organismos gubernamentales encargados de regular la medicina y la alimentación, y especialmente, contra las grandes compañías fabricantes de medicamentos. Según este científico, "políticas de salud desviadas y corruptas han creado miles de medicamentos, toxinas, deficiencias nutritivas y estilos de vida que progresivamente destruyen la potencia (sexual)". El razonamiento de Michael Colgan conduce a mostrar cuáles son los efectos que la alimentación moderna y muchos de los medicamentos -las píldoras anticonceptivas o los antibióticos, por ejemplo- tienen sobre el delicado equilibrio hormonal humano. A partir de esto, propone un 'programa de salud hormonal' que consiste en la administración -por vía oral, o a través de la piel en forma de parches y cremas- de una batería de compuestos hormonales, de vitaminas y de minerales que, acompañados de la alimentación adecuada y de un programa de ejercicios, aseguran prolongar la duración y la calidad de vida a niveles hasta ahora exóticos.
El estilo con el que el Dr Colgan expone sus verdades parece a menudo un tanto grandioso. Por ejemplo, culmina la introducción del libro diciendo que "los hechos científicos aquí presentados (...) generarán en la práctica de la medicina cambios tan profundos como los que siguieron a los trabajos de Pasteur". Esta autoconfianza casi ilimitada podría acaso poner en alerta a los lectores más cautos. Sin embargo, el libro se presenta con el apoyo de un apéndice de exactamente 502 referencias bibliográficas, en su mayoría de investigación científica, por lo cual es difícil simplemente descartarlo como una más de tantas publicaciones puramente comerciales presentadas tras una fachada de verdad científica.
Pero no solamente el Dr Colgan insiste sobre la importancia de las hormonas para la salud sexual y general. En Internet existen, literalmente, miles de páginas de las más diversas fuentes -desde la insospechable Universidad de Oxford hasta pequeñas empresas californianas productoras de parches de testosterona- que ofrecen información y una muy amplia gama de complementos hormonales que prometen curar desde la osteoporosis hasta la impotencia. Libros como los dedicados a la hormona melatonina, uno de ellos de los doctores Reiter y Robinson, y otro de Neil Stevens, o la obra sobre la DHEA (dehidroepiandrosterona) del propio Stevens, muestran que la salud hormonal es uno de los leit motiv de la divulgación médica contemporánea.
En nuestro país, el Dr Raúl Pisabarro afirma que "estamos viviendo la era de la sustitución hormonal". Pisabarro, quien es especialista en medicina interna, especialista en endocrinología y metabolismo, ex jefe de clínica médica y profesor adjunto de endocrinología y metabolismo en la Facultad de Medicina, asegura que "el tratamiento con estrógenos y progestágenos en Uruguay, en la mujer menopáusica, comenzó entre cinco y ocho años atrás, y en los últimos cuatro años se ha validado ampliamente, igual que en el resto del mundo".


¿Qué es envejecer?

Uno de los problemas de fondo que en realidad encara esta generación de investigadores, es la cuestión de qué signifca envejecer. Para los más radicales de estos científicos, es posible ver buena parte del deterioro físico que acompaña habitualmente al envejecimiento ya no como un proceso normal e inexorable, sino como una 'enfermedad'. Combatiendo los radicales libres que vagan por los tejidos deteriorándolos, dicen, manteniendo lozano el sistema nervioso, eliminando la grasa sobrante y fortaleciendo los músculos, se logrará un sujeto joven aún bien pasados los 50 y 60 años de vida. Dado que tenemos las herramientas adecuadas, razonan, acusarnos de ir contra la naturaleza es lo mismo que acusar a un oculista de ir contra la naturaleza porque receta lentes para combatir el deterioro de la visión. Es decir que la ciencia médica se plantea de nuevo, precisamente, la vieja cuestión de la fuente de la juventud. Y de acuerdo a los últimos reportes, uno de los componentes que abundan en esa fuente de la juventud son las hormonas.


La cascada hormonal

Para comprender en qué se basan las nuevas terapias de sustitución hormonal, es clave recordar que la producción de hormonas es una suerte de cascada que comienza en el cerebro, más exactamente en el hipotálamo, que a su vez estimula a la glándula pituitaria, la que a su turno estimula la producción de hormonas en diversas glándulas y tejidos del organismo. Esta cascada, como dice Colgan, "depende.de la armónica interacción que se da entre docenas de substancias químicas cerebrales". Estas docenas de sustancias químicas a las que hace referencia el investigador son los neurotransmisores, que transportan la información entre las células nerviosas en el proceso conocido como sinapsis, que es la base de todo el funcionamiento cerebral y del sistema nervioso. "Algunos de estos neurotransmisores tienen una función excitante o inhibitoria en los circuitos sexuales del cerebro, el hipotálamo, la substantia nigra y el cuerpo estriado. El primer neurotransmisor excitante es la dopamina, el segundo, la acetilcolina. Los dos principales neurotransmisores inhibidores son la serotonina y la noradrenalina. Mantener el equilibrio hormonal significa mantener equilibradas estas sustancias cerebrales. Tan simple como eso. O casi".
En resumen, lo que esta nueva filosofía de prevención y tratamiento propone es reconocer la posibilidad de intervenir en la caída en la producción de las principales hormonas de la masculinidad y la femineidad, caída que tiene un punto crítico durante la menopausia femenina y su correlativa 'andropausia' masculina. Haciendo que el cuerpo vuelva a producir, entre otras, melatonina, DHEA, testosterona y estrógenos al nivel que lo hacía en la mocedad, un conjunto impresionante de procesos físicos vuelven a manifestarse lozanos como lo eran en aquella época. El problema es que una terapia de sustitución hormonal es algo complicado, que requiere un seguimiento personalizado muy estrecho, y que debe ser acompañado por un régimen alimenticio y de ejercicios que contribuyan a lograr y mantener los efectos deseados. Por ejemplo, está demostrado que la pérdida de masa muscular que se produce normalmente en los hombres a partir de los 20 años, es una de las causas de la disminución de los niveles de hormonas masculinas, por lo que un dosificado ejercicio con pesas contribuye mucho al mantenimiento de la potencia sexual juvenil. Pero en las sociedades de consumo, especialmente en Estados Unidos, el público se ha lanzado en los últimos años a comprar suplementos hormonales en las farmacias y a digerirlos como si fuesen caramelos. Esos consumidores han sido fisicoculturistas, médicos, políticos y estrellas del mundo del espectáculo primero, pero luego una masa de consumidores que creen que están comprando la Fuente de la Juventud en forma de comprimidos. El problema es que -aun si la juventud fuese algo deseable en términos tan absolutos, cosa que es discutible-, en realidad, y de acuerdo a los informes de los médicos e investigadores serios, lo que están haciendo es exponiéndose a efectos secundarios muy graves, y que a menudo son, además, contrarios al objetivo que se buscaba.
Lo que estos consumidores buscan en primer término, y lo que saben que deben ofrecer quienes explotan comercialmente el fenómeno, es sexo y belleza corporal en proporciones y decibeles juveniles. Así fue que se desataron diversas y sucesivas 'fiebres', especialmente en California, en las que hordas de hombres y mujeres jóvenes, maduros y veteranos asolaban las droguerías en busca de testosterona primero, de hormona del crecimiento luego, y de DHEA en la última ola. A su vez, grupos y publicaciones feministas estadounidenses como el National Woman's Health Network y el Woman's Health Advocate han advertido o combatido, por ejemplo, toda clase de intervención médica en la menopausia, por considerarla -a ella, y a sus complicaciones y enfermedades asociadas- como procesos naturales, lo que abrió un nuevo frente de polémica, pues los científicos contestaron defendiendo el derecho de la ciencia a investigar y proponer nuevas soluciones a estos viejos problemas. Consultada la opinión del especialista uruguayo Raúl Pisabarro acerca de la venta libre de toda clase de sustancias hormonales en las farmacias, el médico respondió que este hecho "puede ser muy peligroso. Una mujer, por ejemplo, puede tener una hiper-trigliceridemia o una enfermedad en la sangre, o una patología de útero, o un cáncer de mama.... Ninguna mujer debe empezar un tratamiento con estrógenos sin antes hacerse una mamografía."
En todo caso, la cuestión está planteada, el negocio de las hormonas está rodando, y en esta nota pasaremos revista a algunas de sus aristas dejando de lado otras, pues el tema es demasiado amplio en como para abarcarlo en una revisión periodística. Para ello, debe encararse en primer lugar la cuestión más candente: la relación entre terapias de sustitución hormonal y sexo.


Hormonas para el sexo

Para comenzar, debe recordarse que el cerebro es el centro regulador de toda la producción hormonal del cuerpo, y en particular del control de las hormonas que intervienen en el comportamiento sexual. La normal estimulación de los mecanismos cerebrales de la excitación sexual es, por tanto, activada a través de hormonas. El núcleo arcuato del hipotálamo segrega una sustancia llamada hormona liberadora de gonadotropinas (HLG), que se desplaza luego hasta el lóbulo frontal de la glándula pituitaria. Aquí se fabrican, continuamente durante toda la vida, una gran cantidad de hormonas. De ellas se destacan tres que están directamente vinculadas con la libido. La primera es la hormona luteinizante, que en los hombres va a los testículos y estimula a las células de Leydig para que produzcan testosterona. Un hombre sano produce unos siete miligramos de testosterona por día, cantidad que alcanza para mantener la virilidad y la potencia hormonal. En las mujeres, la hormona luteinizante va a los ovarios, suprarrenales, etcétera, en donde estimula, también, la producción de testosterona, sólo que en cantidades muy inferiores a las del hombre (0,3 miligramos diarios). La ciencia ignoró, durante mucho tiempo, para qué servía la testosterona en la mujer. "Hoy sabemos -aclara el Dr Michael Colgan en su libro La Salud Hormonal- que la testosterona es un importante estimulante del hipotálamo y de otras zonas del cerebro que activan tanto la libido de los hombres como de las mujeres".
En segundo lugar, deben señalarse las hormonas tiroideas, producidas en la glándula tiroides, ubicada en la base del cuello. La tiroides, por supuesto, también está controlada por otra hormona liberada por el hipotálamo, la hormona estimulante del tiroides (HST). Las hormonas tiroideas tienen un papel muy importante en diversos procesos de la armonía corporal y sexual. Un exceso de esta hormona reduce la libido y las emociones positivas, y destruye los tejidos ocasionando pérdida de musculatura, mientras que una falta de la misma causa letargia, fatiga, y además reduce los niveles de testosterona perjudicando también a la libido.
En tercer término, debe mencionarse la hormona llamada prolactina, segregada en ambos sexos por el lóbulo anterior de la pituitaria. Esta sustancia es la que permite a las mujeres alimentar a sus hijos con su propia leche. En hombres y mujeres, el exceso de prolactina inhibe la testosterona, y por tanto, disminuye o elimina el deseo sexual. Este es un efecto observable claramente en las mujeres que están dando el pecho, período en el cual la producción de prolactina está en sus niveles más altos.
Las tres principales causas que pueden generar un exceso de prolactina son el hipotiroidismo, ciertos medicamentos, y el estrés. Dice el Dr Michael Colgan que "el estrés activa numerosas sensaciones subjetivas, desde una pérdida de la sensación de bienestar general, a una pérdida de confianza, ansiedad, miedo, ira y odio. Y todas las emociones negativas tienen profundos efectos adversos sobre la salud hormonal".
Hasta aquí un pequeño repaso de algunos de los factores hormonales que influyen directamente en la sexualidad. Es justamente por la consideración de factores hormonales como estos, que muchos médicos en el mundo están proponiendo que usted considere cuestiones como el descenso del deseo y la potencia sexual al aumentar la edad, que antes se tomaban como natural e inexorable, como problemas evitables. A partir de este nuevo enfoque, como veremos enseguida, se comienza a emplear la terapia de sustitución hormonal para tratar una serie de desórdenes y dolencias que habitualmente acompañaban la menopausia femenina. Más revolucionario, también la menopausia masculina -llamada andropausia o viripausia- se ha establecido como nuevo concepto en el vocabulario médico, y se combate con base en hormonas, prometiendo potencia y rendimiento sexual casi juvenil hasta bien pasados los años de la madurez.


¿Menopausia masculina?

Diversos estudios, de los cuales el de más renombre ha sido el del Dr Raúl Schiavi, de la Escuela de Medicina Monte Sinaí de Nueva York, han demostrado en los últimos tiempos que el punto culminante de la libido masculina se encuentra entre los 17 y los 20 años, declinando luego lentamente. Alrededor de los 50 años "la mayoría de los hombres experimentan una fuerte disminución de su libido, hasta el punto que los investigadores han creado las palabras viripausia o andropausia, al estilo de la menopausia femenina", explica el Dr Colgan.. Un correlato físico de que esa disminución de la libido ha llegado, es la disminución de la testosterona en el organismo. Si la cantidad de testosterona logra restituirse a los niveles normales para la juventud de un individuo, su potencia sexual y su libido retornan también al de aquellas épocas. Pero, obviamente, el ser humano es complicado, y esto no puede solucionarse simplemente administrando testosterona a todos los hombres maduros. Para empezar, como se verá, la testosterona tiene efectos secundarios negativos. Además, debe administrarse en dosis adecuadas para restablecer los niveles propios del individuo -estos niveles varían de un hombre a otro-, de modo que es preciso conocer lo mejor posible los niveles de testosterona que presentaba en la juventud ese paciente, cosa casi imposible si no se dispone de ese dato en la historia clínica. Aunque ya existen modos de administrar testosterona en pequeñas dosis, y esto puede hacerse bajo control médico, también se recomienda intervenir estimulando otros eslabones anteriores de esa cascada o cadena de producción hormonal, de modo que el cuerpo mismo se encargue luego de volver a producir la testosterona que necesita.
La doctora Helen S. Kaplan, del Centro Médico Cornell de Nueva York, ha encontrado que alrededor de una quinta parte de las mujeres posmenopáusicas han perdido o bajado notoriamente su libido y su gusto por la vida, y ese descenso está también en ellas acompañado por un descenso en sus niveles corporales de testosterona.
No es solamente a partir de la menopausia masculina o femenina que los impulsores de la 'salud hormonal' prometen mejoras sorprendentes. Según estos médicos, mucho antes, durante el período de la juventud y madurez, cuando la vida sexual está en su cenit, también la calidad y el disfrute de esa sexualidad puede ser afectada favorablemente si uno se preocupa de mantener sus hormonas en regla. En realidad, el problema no es la sexualidad aislada, sino toda la calidad de la vida emocional. Como veremos a continuación, la vida emocional -e intelectual- de hombres y mujeres parece estar también en relación directa con los estrógenos, la testosterona, y otras hormonas.


Emociones hormonales

Un estudio realizado por la doctora Christina Wang en la Universidad de California en los Ángeles (UCLA) controló el estado de ánimo de un grupo de hombres con bajos niveles de testosterona, quienes se mostraban irritables y ansiosos, y demostró que al suministrárseles dosis de testosterona hasta llevarla a sus niveles normales, las emociones variaron y se volvieron más positivas. Otro estudio de un investigador llamado William Brenner, en Seattle, hizo el camino inverso reduciendo artificialmente los niveles de testosterona en un grupo de voluntarios masculinos, y constató también un aumento de la inseguridad, la irritabilidad y el mal humor a medida que la testosterona desaparecía del torrente sanguíneo.
En cuanto al sexo femenino, la caída en la producción de testosterona que ocurre durante la menopausia puede ser también responsable del descenso de la libido que muchas mujeres experimentan en esa época de sus vidas. Durante décadas se consideró esto imposible, pues se sabía que los ovarios continúan produciendo testosterona luego de la menopausia. Sin embargo, ahora se sabe que la testosterona es producida en las mujeres jóvenes en mucha mayor cantidad por las suprarrenales, la piel, la grasa corporal y el cerebro. La producción de testosterona en todos estos órganos sí cae pronunciadamente durante la menopausia. Un estudio llevado a cabo por el Dr Christopher Longcope en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachussets ha demostrado que los niveles de testosterona de las mujeres sanas con ciclos menstruales regulares son el doble de los que presentan las mujeres que se están acercando a la menopausia. De hecho, se sabe ahora que los niveles normales de testosterona -considerada tradicionalmente 'masculina'- en las mujeres son aún más altos que los de estradiol, que es el primero de los estrógenos -hormonas consideradas típicamente 'femeninas'-. El Dr Colgan advierte contra la ignorancia de este hecho por parte de la mayoría de los médicos que administran tratamientos hormonales a las mujeres posmenopáusicas.
Si bien los tratamientos con hormonas se aplican ya tanto en Uruguay como en el resto del mundo, las cifras de mujeres que los reciben son aún muy bajas. En Estados Unidos, un 20% de las mujeres posmenopáusicas reciben un tratamiento con estrógenos y progestinas.
Según ha explicado el Dr Raúl Pisabarro, "el tratamiento con estrógenos y progestágenos en Uruguay, en la mujer menopáusica, disminuye la grasa intrabdominal, mejora la masa muscular, aumenta la libido, mejora la piel, y combate la aparición de osteoporosis a cualquier edad que se comience, o sea que tiene amplios efectos beneficiosos. Mientras que los riesgos son los de favorecer el cáncer de endometrio. Al complementar el tratamiento con progestágenos, se protegería al útero de los riesgos de cáncer. El riesgo de cáncer de mama, por su parte, es muy bajo".
En un estudio llevado a cabo en Montreal por la doctora Barbara Shervin, se comparó a mujeres que toman estrógenos con otras que toman estrógenos y testosterona. Las que tomaron también testosterona "mostraron más energía y motivación en el trabajo, experimentaron emociones más positivas y una libido más elevada. Su excitación sexual fue más frecuente y tuvieron más orgasmos".
Sin embargo, tampoco en este caso una mera administración de estrógenos y testosterona es la llave mágica de la felicidad. Ambas hormonas presentan efectos secundarios peligrosos, y sólo una terapia hormonal compleja, que incluye alimentación y una batería de otras sustancias, correctamente administradas por un médico, puede minimizar esos riesgos.


Los medicamentos que atacan su sexualidad

Si el equilibrio hormonal es realmente tan importante, ¿cómo se lo puede defender?. En otras palabras, ¿qué hace que porcentajes importantes de hombres y mujeres en occidente estén presentando deterioro y hasta enfermedades relacionadas con el desequilibrio hormonal?
El Dr. Michael Colgan asegura que el principal factor de agresión son los medicamentos. Además de ellos, una lista que incluye la contaminación, la falta de ejercicio, la nutrición pobre, las drogas ilegales, y hasta el envejecimiento en sí. El problema, dice Colgan, es que "todo lo que interfiera en la función de los neurotransmisores o en la cascada hormonal, interferirá también en todos los aspectos de la sexualidad. Los mismos medicamentos que dañan a la libido, la excitación sexual o al orgasmo, afectan también al valor, a la confianza, a la inteligencia, la memoria y la pasión."
Datos relevados en Londres en 1996 señalan que un tercio de todos los casos de impotencia se deben a problemas del sistema endócrino. Los síntomas físicos más comunes de la impotencia son la baja en el nivel de testosterona, acompañada de pérdida de músculos, pérdida de fuerza, incremento de la grasa abdominal, letargia, fatiga, falta de liderazgo, desinterés y depresión. Si bien la testosterona disminuye con la edad, el Dr Colgan atribuye esta disminución al efecto de los medicamentos, citando cuatro tipos de sustancias que causan enfermedades del sistema endócrino. En primer lugar, están las sustancias que reducen la emisión de la hormona liberadora de la gonadotropina en el hipotálamo; en segundo término, las que reducen los niveles sanguíneos de la hormona luteinizante. En tercer término, las que reducen directamente la producción de testosterona, y en cuarto lugar, las que reducen los niveles de testosterona en la sangre.
En el cuadro 2 se presenta una lista de varios medicamentos que, según el Dr Michael Colgan lo afirma, perjudican de una u otra de esas cuatro maneras la sexualidad, a pesar de los efectos positivos que pueden tener en el tratamiento de diversas dolencias.


Los temidos efectos secundarios

Entre los múltiples efectos secundarios documentados que presentan la mayoría de las hormonas humanas si se las administra en dosis mayores de lo recomendable, aparece una larga lista encabezada por el cáncer de mama y el cáncer endometrial, la impotencia y las enfermedades cardiovasculares. Una de las drogas utilizadas en las terapias de sustitución hormonal que peores efectos secundarios presenta, según lo afirman las investigaciones citadas por el Dr Colgan, son las progestinas, sustancias químicas artificiales que vienen a ser una imitación sintética de la progesterona. Según el propio Colgan, la causa de que los laboratorios elaboren progestina y no progesterona -que es la hormona natural- es que por ser natural, la progesterona no se puede patentar, no pudiendo por tanto obtenerse beneficio comercial de su venta. En cambio, progestinas puede haber tantas como laboratorios.
El problema es que las progestinas, justamente por no ser naturales, agreden de múltiples maneras al organismo. En el Libro de Referencia Médico (Physicians Desk Reference, 1995), se menciona como efecto secundario de una variedad de ellas el de reducir el colesterol HDL entre un 20 y un 30%, con lo cual se aumenta la posibilidad de que la persona sufra enfermedades cardiovasculares. En otra variedad de progestinas, se advierte que incrementan las posibilidades de aparición de coágulos sanguíneos, trombosis cerebral y embolias pulmonares. En segundo lugar, las progestinas pueden causar una alteración del equilibrio hormonal y emocional, de modo que la ansiedad y la depresión se suceden una a otra.
Otra hormona que presenta efectos secundarios importantes si se abusa de ella es la selegilina. Si la dosis administrada sube de 20 mg diarios, favorece la hipertensión. En cuanto a la 'hormona del crecimiento', está demostrado que ataca al páncreas, al exigir al cuerpo que fabrique más y más insulina, requerida por esta hormona.
La administración directa de testosterona está en general contraindicada, pues de lo que se trata es de intervenir más 'arriba' -administrando melatonina, acetil-L carnitina o selegilina- en la cadena hormonal, suministrando o estimulando la producción de hormonas que a su vez ayuden al cuerpo a generar su propia testosterona. Sólo en algunos casos de problemas testiculares concretos es que se recomienda la administración de testosterona, generalmente en dosis muy bajas, bajo la forma de parches que se aplican a la piel.
En cuanto a la metil-testosterona, un esteroide anabólico creado hace ya más de 40 años, es una sustancia directamente "tóxica" -según afirma Colgan-, pudiendo acarrear una gran cantidad de problemas, entre ellos "depresión, inflamación del hígado, quistes hepáticos y cáncer".


¿Qué hacer?

Como siempre ocurre en temas complicados, pero pasibles de suculenta -en términos comerciales- vulgarización, la información cobra proporciones enormes, y a menudo confusas y contradictorias. De acuerdo a las informaciones de los impulsores de las terapias de sustitución hormonal, la cuestión está en sustituir las hormonas desde arriba hacia abajo en la cascada hormonal, comenzando por la melatonian en la glándula pineal, siguiendo por la selegilina y la acetil-L carnitina en el hipotálamo, luego la hormona del crecimiento en la pituitaria, la dehidroepiandrosterona (DHEA) en las suprarrenales, y sólo finalmente la testosterona, en testículos y ovarios, y los estrógenos y progesterona en los ovarios. Como lo resume el Dr Colgan, "el principio básico de la salud hormonal es nunca sustituir nada en ningún punto de la cascada hromonal, antes de asegurarse que las hormonas y sustancias que lo controlan hayan sido también restauradas hasta su nivel juvenil, a fin de que todas ellas puedan funcionar sinérgicamente con el nuevo flujo de hormona que se sustituye".
Pero de nada servirá una terapia de sustitución hormonal que no sea acompañada por una correcta alimentación, y de un programa de ejercicios que mantenga al cuerpo activo. Sin entrar en detalles, la 'alimentación hormonal' -es decir, la que ayuda al organismo a mantener su producción hormonal equilibrada- incluiría la ingestión de minerales y nutrientes que escasean en la dieta normal de un hombre occidental medio, como el cinc, el cromo, el potasio, el boro, el ácido lipoico, y una larga lista de antioxidantes, aparte de la obligación de buscar alimentos no contaminados con fertilizantes, y tomar agua pura, especialmente, agua destilada.
En cuanto al ejercicio, se hace especial hincapié en el trabajo combinado de aeróbicos y pesas, resaltando los beneficios de este último. Según estudios llevados adelante por los doctores William Kraemer de la Universidad Penn State, o Morris Notelovitz, de Gainsville, Florida, el ejercicio físico con pesas aumenta los niveles de testosterona, siempre que se haga trabajar a los grandes músculos del cuerpo como los cuatriceps, los músculos de las piernas y los pectorales, trabajando en series de sólo ocho a diez repeticiones, con pesos importantes. Recomiendan comenzar despacio el ejercicio y progresivamente aumentar la intensidad, pero también se hace hincapié en el descanso, pues en ese tiempo es cuando los músculos generan los nuevos tejidos.
A partir de la información que estos investigadores divulgan, es probable que el lector haya llegado apenas al punto de la curiosidad. Terapia necesaria en casos de deterioro serio o enfermedad física, la nueva cultura de las hormonas, tomada casi como una propuesta de nuevo estilo de vida tiene, aparentemente, tantos peligros y zonas oscuras como promesas atrayentes. Solamente un médico especialista puede acompañar más lejos a quien desee aventurarse.

 

 

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